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7 may 2011

DE ‘TODO EL MUNDO TIENE SU VISIÓN’ HASTA LA ECUANIMIDAD FORZADA.


 “…Quien dispensa justicia condenando por igual al ladrón y al robado, quien soluciona conflictos disponiendo que el pensador y el imbécil se encuentren a mitad de camino. En todo compromiso entre aumento y veneno sólo vencerá la muerte. En todo compromiso entre el bien y el mal sólo este último saldrá beneficiado… Cuando los hombres reducen sus virtudes a algo aproximado, el mal adquiere la fuerza de un absoluto; cuando la lealtad a un principio inflexible es abandonada por el virtuoso, la recogen los malvados, produciendo entonces el indecente espectáculo de un bien rastrero, amigo de pactos y traidor, y de un mal que se considera justo y sin compromiso de nadie.”
-Extracto del discurso de John Galt en ‘La Rebelión de Atlas’-


Vivimos en una sociedad auto-engañada tanto de un lado como del otro. Posiblemente sean los venezolanos los únicos que presencian un hecho negativo o un problema y se consagran únicamente a discutir chabacanerías sobre el mismo (que nada llevan a su resolución) y a tomar a su causante como un igual que pareciera no saber el perjuicio que está cometiendo contra la sociedad  -en vez de dedicarse racionalmente a identificar el hecho, su causa y su solución.-

De esta manera se ve con preocupación como para cosas que son fácilmente identificables como un abuso, una intromisión e incluso una violación por parte de algún brazo del pulpo gobiernero, (tales como los ataques a las universidades independientes, el robo del presupuesto nacional, la corrupción galopante, ataques paramilitares a canales de televisión, amenazas de eliminación física por parte de Chávez a quien se le oponga, entre otras miles) son vistas como sencillas diferencias de opinión por quienes, (tratando de simular que los hechos allí en sus narices), no son lo que se le presentan por la simple razón de llamarlos de otra manera o argumentando diferencias de opinión sobre el mismo. Como si el deseo de los contrarios de destruirnos, ‘pulverizarnos’ y callarnos y nuestro deseo de vivir en paz, libres y sin estorbos es un mero choque de sentires.

Esta ambigüedad –e incluso, en algunos casos ingenuidad- ha llegado a extremos ridículos actualmente.  Ejemplos sobran, van y vienen. Quizás uno de los más emblemáticos es el del presupuesto en las universidades públicas venezolanas, donde las discusiones entre el “asesino” y las “víctimas en pleno proceso de desangrado” han llegado a tal grado de lo absurdo y estúpido que el tema central fue llevado al olvido, favoreciendo al primero y destruyendo –sin ellos saberlo- a los segundos.

En un caso de tan obvia lógica como lo es que en un país con los mayores índices inflacionarios del mundo y un sistema universitario lleno de prebendas a una parte de la población estudiantil en franco crecimiento (y a otra en estancamiento) que mantiene el mismo ingreso neto en una moneda que cada día vale menos; se hace absolutamente necesario un aumento de su presupuesto pautado.

No obstante, no vivimos en un país normal, sino en uno donde una institución pública que no se arrastra ante el líder y produce todos los años ciudadanos capaces de valerse por sí mismos -y con una mentalidad difícil de controlar- se hace imperativo, bajo la más sencilla doctrina fascista, controlarla o destruirla –y en vista de que la primera no se ha logrado, proceden a la segunda.-

Así vemos como el asesino discute razones sin sentido como un voto paritario para obreros – como si éstos no tuvieran de por sí una representación sindical dentro de la institución- , que si la rectora fue a la peluquería con plata de la universidad, que si no se pueden hacer conciertos porque son capitalistas, que no se puede ajustar el subsidio de los comedores porque constituye una privatización, etc. A lo que los defensores –o las víctimas- de lo razonable, se acongojan y se desvían su motivo de lucha para discutir cosas que a la larga no constituyen un problema sino una distracción, mientras las universidades a cada día que pasa pierden secciones de posgrado, de investigación, de proyectos, profesores competentes, beneficios laborales, sueldos justos y en totalidad la calidad de educación que alguna vez éstas facultades llevaron como estandarte.

De casos como éste está llena la triste actualidad del país, que se hace aún más deprimente ante el abandono de los ideales que motivan día a día protestas y oposiciones ante los vejámenes y las excusas absurdas que acomplejan a quienes tienen la razón y se ven obligados a hacer una suerte de “reparto” de la justificación, del cual  sólo el que lleva malas intenciones debajo de un manto de razones necias sale beneficiado. Este lado de la moneda curiosamente necesita de la aprobación y la inseguridad del otro lado para destruirlo, en ello no existen opiniones ni visiones y mucho menos posturas ecuánimes para evitarlo.

En conclusión, en todo problema coyuntural venezolano participan tres partes; la primera que busca la destrucción o el perjuicio de las otras dos; la segunda, insegura, que se sabe conocedora de su destino y trata de defenderse en su pleno derecho a existir y la tercera, ambigua y apática, que cree salirse del problema adjudicando a la dos primeras una parte de la justicia, argumentando que ‘cada quien tiene su visión’ y en vista de creerse sabia y ponderada, pretende que ante la destrucción de sí misma -y de los segundos- sea considerada ecuánime por todas las fracciones, a lo cual la primera parte juzgada tanto como ladrón y como víctima –y obviamente beneficiada en sus objetivos- agradece con creces.

Es por eso que debemos abandonar el lado de quienes en evidencia de su total indiferencia le buscan la quinta pata al gato a hechos de notable contundencia donde el abuso y la arbitrariedad son claros. Dejando también así acomplejamientos para defender lo que es correcto. 

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